TRABAJO

El sistema nunca te permitirá disponer del dinero suficiente para dejar de entregarle tu libertad, por eso, aunque puedas haber ahorrado buena cantidad de dinero a lo largo de tu vida laboral, año tras año te colman de abusivos impuestos que te obligan de nuevo a vender tu libertad. De ahí que hasta hace bien poco una familia pudiera acometer todas sus necesidades con un sueldo, y ya en la actualidad, ni siquiera se pueda construir una familia debido a ese déficit de tiempo y dinero necesario para la crianza de los hijos. Todo ese periodo que se debiera de destinar a crear una familia, se pierde, tanto por el hombre como por la mujer, para poder pagar la renta o el préstamo de un automóvil para moverse al trabajo.

En el paraíso de las multinacionales, suerte no pertenecer a alguna de ellas sin ser un simple número, fácilmente reemplazable una vez que te han exprimido. Todo el buen trabajo nunca es suficiente, ni las horas extras, ni el tiempo perdido de tu ocio destinado a pensar para mejorar la situación de tu empresa. Unido a la fuerte inflación que te hace vivir angustiado todos los meses y la poca fuerza ahorrativa para afrontar un futuro esperanzador, hace del hombre asalariado el nuevo esclavo del siglo XXI. Sirva de ejemplo lo que ocurre en Oriente. En China las empresas emplean mecanismos de seguridad en las máquinas para evitar “accidentes” de los trabajadores, al igual que tienen la obligación de poner rejas en las ventanas para evitar que los empleados, con alta fatiga mental, se tiren al vacío.

Lamentable, por ende, es la relación entre los compañeros de trabajo en un espacio que debiera ser afable, reconfortante y experimentalmente agradable para la afirmación de un ser humano. El entorno crispante de falsa competencia entre los iguales, afán de superioridad con los de inferior categoría y movimiento de cola y lengua babeante con los superiores. Este comportamiento, llevado a la práctica por la inmensa mayoría de los seres humanos, crea un perfecto equilibrio en la sociedad. Apología indirecta de la servidumbre espoleada por los propios siervos. Asco es la palabra que más se asemeja a semejante panorama.

Para solucionar estos y otros muchos problemas, es necesario volver, al menos en parte, al sistema comunal del trabajo en concejo abierto que, es cierto, solo es útil para pequeñas comunidades donde la confianza es plena entre todos sus componentes. Cada unidad o familia se encarga de un tipo de trabajo específico, gremialmente definidos y estructurados. Esta organización dotará a la pequeña comunidad de un liderazgo natural en determinados trabajos y la libertad que se alcanza, por ende, por cada individuo, le permitirá alcanzar un estatus superior en su faceta de hombre libre. Esa puesta en marcha servirá de crecimiento constante en personalidad y enaltecimiento del ser en pos del grupo.

La calidad siempre priva en contra de la cantidad, siempre servil y conformista. Al pertenecer a una pequeña comunidad, el individuo se siente protagonista de manera eficaz a la hora de alcanzar metas difíciles. Siendo consciente, de no lograr su cometido, otro camarada lo conseguirá por él, permitiendo al sujeto señalado, servir como un ejemplo en persuadir con más ahínco las próximas hazañas. No obstante, el entrenamiento interno al que hay que someterse, requiere de una personalidad afianzada, con gran autoestima y convencimiento de que es posible todo lo que nos propongamos. Disciplinado y con principios, orgullosos de que servimos con honor, sin verse sumergido en el pozo de lo distópico y alienante.