IDENTIDAD
No es oro todo lo que reluce y desmontar el mantra de que los identitarios nos movemos por odio, se hace de vital importancia ya que nos vemos en la encrucijada de una batalla cultural que tenemos que ganar. Hay que derribar con esfuerzo y sacrificio su imperio del individualismo y bajo el escudo de la comunidad, volver a reencontrarnos con los pilares de nuestra civilización: el sacerdote que bendice, el poeta que canta y el guerrero que sacrifica y se sacrifica. Los demás han nacido para ser esclavos.
Existe un plan cuyo único objetivo es desestabilizar a Europa a través del mestizaje y multiculturalidad, crear un híbrido humano despojado de toda identidad, débil y fácil de manipular, mano de obra barata, y concluir con el mayor genocidio que ha vislumbrado el ser humano, la completa desaparición del pueblo europeo, a merced de un imperio elitista sin precedentes en el que el resto de los mortales será ganado. Europa no es Bruselas. Sin soberanía nacional, no saldremos nunca de la trinchera y cada paso que demos para atrás, el enemigo lo avanzará y llegará un momento que para vencer tengamos que llegar a una heroicidad que alcance lo legendario para poder hacer frente a este caos. No existe un solo referente a lo largo de la historia en el que una sociedad multicultural sirva de ejemplo para una mejora ni en lo social, ni en lo humano. Por lo que no es necesario ponerse en la piel de un “vidente” para llegar a la conclusión de que todo acabará como muchas otras veces en esta tierra, bañado en sangre.
Por mucho que nos pese, la acción más adecuada para poder mantener intacta las raíces de cada pueblo, a corto plazo, es apoyar desde la diferencia a los pueblos que aún se sienten orgullosos de su estirpe. En el territorio español tenemos dos casos particulares de magnitud, aunque sólo Vascongadas puede tener salvación. A Cataluña le mueve más el odio a lo español, que el amor a su patria pequeña, por lo que, ya en la actualidad, Cataluña está siendo infectada por foráneos que dominarán por completo el plano cultural e intelectual, haciéndose con el control total, incluso en las calles. Vascongadas es bastante diferente, aunque el odio a todo lo español también prevalezca. Se suele ver, muy a menudo, e incluso en grandes eventos deportivos, bailes tradicionales con sentidos homenajes a sus vencedores en diferentes disciplinas, celebran con orgullo sus fiestas patronales decorando sus ciudades y pueblos con banderas y adornos propios de la zona. No miran con buenos ojos la inmigración masiva y descontrolada, aunque no la combatan debido al imaginario colectivo antirracista impuesto por la asimilación de los dogmas de la izquierda más radical a lo largo de décadas, hace años terroristas y ahora samaritanos progresistas.
El orgullo “español” es prácticamente invisible en la sociedad a lo largo y ancho de la vieja piel de toro. Aquellos que llevan atuendos con los colores rojo y gualda en una camiseta o una pulsera a menudo se comportan de manera deplorable con sus iguales, son fachada pura, usan la marca España para diferenciarse como individuos de derecha. La diferencia entre ellos y nosotros es contundente: ellos viven de España, nosotros morimos por ella.
Si la izquierda está desnortada, derrotada por el neocapitalismo tras la caída del muro de Berlín, alejándose de los valores eternos como la justicia social y el comunalismo, la derecha aún está más perdida. Si la izquierda se desvió al precipicio con la ideología “woke”, la derecha lo hizo con poner precio a todo, todo es susceptible de compra-venta, sin darse cuenta, que todo lo que tiene valor en una vida, nunca tendrá precio. Mientras la izquierda actuaba de apisonadora propagandística tomando poder en medios de comunicación, escuelas, universidades y asociaciones de vecinos, estrategia gramsciana, ya en el tardofranquismo, la derecha nos metía el primer millón de inmigrantes a España para abaratar salarios vendiéndose al capital en la década de los noventa.
Por lo que cada vez hay menos que conservar dentro de una derecha liberal que ha perdido la batalla de las ideas con la izquierda progresista, y a sus líderes, en el parlamento, en temas de máxima importancia, como buenos mercaderes de votos en el negocio de la democracia, no les queda otra opción, para captar el mayor de votos posible, que aceptar dogmas que hace unos pocos lustros sería impensable, como la defensa de la inmigración masiva haciendo apología de la globalización, abandono de los valores cristianos, aceptando el aborto o alentando movimientos subversivos como la ideología de género. Ahí tenemos a ese hombre-masa, un ser humano-estándar: sin patria, sin identidad, sin sexo, sin familia, sin pasado y sin futuro, bien fácil de manipular. No hay nada que salvar ni en la derecha ni en la izquierda, ambas sirven a los mismos amos cuyo objetivo es la destrucción del pueblo europeo.