





JULIUS EVOLA
Texto publicado en "Crónicas de un Occidente Enfermo" de Max Romano
El filósofo tradicionalista radical Giulio Cesare Evola, que escribió como Julius Evola, es bastante conocido fuera de Italia. Conocido claro está en círculos muy limitados, siempre con el aura sulfurosa que le da su pertenencia a ese grupo de escritores malditos que simpatizaron con los regímenes fascistas.
Es un autor que ha sufrido un ostracismo férreo, como otros de la misma área. En efecto la izquierda cultural ha hegemonizado la cultura y el pensamiento desde los años cincuenta del siglo XX, pero sólo porque sus representantes tuvieron el campo totalmente libre. Intelectualmente, no tenían a nadie frente a ellos: la derecha democrática después de la Segunda Guerra Mundial es puro liberalismo económico, que no sabe hablar más que de economía y deja abandonado absolutamente todo el resto a la izquierda cultural, que durante decenios fue marxismo puro y duro y, tras la caída de la Unión Soviética, ha desembocado en lo que se ha dado en llamar marxismo cultural, izquierda cultural o progresismo.
En realidad existe una identidad de fondo entre estas dos concepciones del mundo, liberalismo y marxismo, cuya expresión política en la época eran el capitalismo americano y el comunismo soviético, y cuya evolución actual es la falsa contraposición entre la derecha económica y la izquierda cultural, en realidad dos aspectos de una y la misma cosa. Esta identidad de fondo fue uno de los temas importantes en la reflexión de Julius Evola, que supo ver todo esto y muchas otras cosas con una claridad meridiana.
Según muchos, Evola ha sido el mayor pensador antimoderno del siglo XX; para la generación de la posguerra fue desde luego uno de los puntos de referencia en los ambientes del neofascismo y la extrema derecha, aunque cabe dudar de que su mensaje fuera comprendido y calara de verdad.
Pero más allá de la política, su pensamiento ha funcionado como una especie de corriente subterránea que ha llegado a muchas partes, se ha dejado sentir en el pensamiento disidente y seguirá haciéndolo, porque en su núcleo profundo y esencial (no evidentemente en su parte contingente y ligado a los eventos del período en que escribió) tiene aún mucho que aportar y debe ser descubierto o re-descubierto.
Para la mayor parte de los que han oído hablar de Evola, muchas veces a través del prisma deformador de sus adversarios, es el filósofo del fascismo y teorizador del racismo, lo que se supone debe despertar en nosotros un reflejo condicionado mental y quitar todo valor a su obra. Estas etiquetas han impedido que se conozcan como merecerían sus obras en otros campos, que abarcan mucho más que el período del fascismo político y el tema de las razas, un tema que ni siquiera era su principal interés.
Según otros Evola es simplemente delirante y, claro está, es inevitable que aparezca como tal para quien acepta y tiene interiorizado el complejo de vulgaridades insípidas que constituye la ideología dominante hoy en día. Sin embargo hemos de replicar que delirante es, en realidad, quien se integra perfectamente en la sociedad moderna. En particular quien la interioriza y conserva su salud mental en el proceso; ya empieza a ser una persona normal en cambio quien se integra, pero sólo al precio de un desequilibrio y unos daños colaterales interiores. Normal, evidentemente, en un sentido superior y no en el sentido banal del conformismo y la adecuación a la norma.






De familia aristocrática siciliana, comenzó su andadura como artista, interesándose por las vanguardias artísticas que nacían como setas en los inicios del siglo XX, componiendo algunos poemas abstractos y sobre todo pintando: el primer Evola fue pintor dadaísta y se conservan cierto número de cuadros suyos, uno de los cuales está en la Galería de Arte Moderno de Roma. Sin embargo el arte no le podía satisfacer y pronto se dedicó a la filosofía. Son de esta época los Ensayos sobre el llamado “idealismo mágico” y dos potentes tomos: Teoría y Fenomenología del individuo absoluto, en los que usaba el lenguaje y el aparato de la filosofía idealista (y cuya lectura es por tanto bastante difícil) para dar una formulación a la concepción del mundo que iba forjando.
Sin embargo pronto sintió demasiado estrechos estos límites y a partir de ahí empezó a encontrar verdadero camino, el tradicionalismo integral y el esoterismo. En efecto, lo que iba buscando eran unos horizontes espirituales y más precisamente de aun espiritualidad viril, afirmativa y guerrera, acorde con lo que él llamaba su ecuación interior. Los dos componentes principales de ésta eran la vocación del guerrero, en sentido espiritual y no sólo físico, y el impulso a la trascendencia. Estas dos líneas maestras son lo que impulsa toda su búsqueda y marcan su obra. De esta etapa cabe mencionar la obra colectiva Introducción a la magia como ciencia del Yo, escrita en colaboración con otros estudiosos que formaban el llamado Grupo de Ur, del que Evola fue el principal animador. Asimismo escribió una importante obra sobre la tradición esotérica occidental, El simbolismo hermético, donde abordaba la alquimia y el esoterismo como forma de conocimiento y camino interior, continuación de esa tradición hermética que ahonda sus raíces en el lejano pasado y atrajo el interés de estudiosos como C.G. Jung, el cual dedicó varios volúmenes a estos temas, estudiándolos desde el punto de vista de la psicología del profundo.
En toda la concepción de Evola está presente un interés por las doctrinas orientales, cuyo verdadero significado y forma más auténtica, no adulterada y vulgarizada, tiene poco que ver con las adaptaciones edulcoradas y a la moda que se han hecho tan populares en Occidente. Evola escribió obras de gran profundidad sobre tales doctrinas cuyo valor ha sido reconocido por los estudiosos auténticos, si bien su estigma de filósofo del fascismo lo ha penalizado también aquí, impidiendo un más amplio reconocimiento de su valor. Mencionaremos La Doctrina del despertar sobre el budismo original (no el de las estrellas de cine y demás gente de las crónicas mundanas, que son budistas porque quieren reencarnarse para hacer otra vez lo mismo, vivir otra vez la misma vida vacía y absurda) y El yoga de la potencia.
Con esto llegamos a la época del "azufre" en la obra de Evola, la que le ha valido el título de “filósofo maldito” por su cercanía a los regímenes fascistas. En esta época se propone actuar desde dentro del régimen fascista italiano, llevando adelante su discurso a favor de un sistema jerárquico y orgánico de sociedad, contra las democracias y el comunismo. Evola se declaraba fascista, pero sólo en la medida en que el fascismo defendiese e hiciese suyos tales valores; aunque bien visto por parte de las jerarquías tenía también sus enemigos, porque no era un hombre del sistema como diríamos hoy; no era un intelectual orgánico al aparato político fascista y criticaba lo que según él debía ser criticado, manteniendo siempre una independencia y honestidad intelectual sin compromisos.
De esta época son Imperialismo pagano, muy en la línea anticristiana de Nietzsche (línea en la cual Evola no insistió y cuya verdadera intención era recuperar el símbolo imperial romano, que era uno de los motivos del estado de Mussolini, al menos en su retórica y su propaganda) y varios escritos sobre la raza, que le han valido desde entonces la etiqueta de “filósofo del racismo”; etiqueta puesta con bastante en mala fe, es necesario apuntar, pues constituye sólo una parte secundaria de su obra. Estos escritos son quizá aquellos que más resienten del momento histórico en el que fueron concebidos, pero aun así es necesario aclarar que defendió siempre el concepto de la raza del espíritu, frente al racismo biológico que era el tema dominante del nazismo. Para Evola el centro de gravedad estaba siempre en el espíritu y en los valores espirituales, siendo la raza física sólo una materia prima; la cual evidentemente es fundamental pero sirve sólo de base a la raza del espíritu, que es la que cuenta. Y este punto de vista nos parece perfectamente válido también hoy en día.
Podemos decir que fracasó, en su intento de elevar y orientar el fascismo en la línea de sus ideas; hubo siempre una gran distancia entre sus concepciones y el fascismo real. Su distancia respecto al nazismo fue mucho mayor: aunque era admirador de la cultura alemana y dio varios ciclos de conferencias en Alemania, tuvo palabras muy duras acerca del movimiento nacionalsocialista y de Hitler, por su carácter plebeyo y de movimiento de masas, un aspecto que nunca fue aceptable para él. Era y fue siempre un aristocrático; en su concepción el carácter de masas propio de los movimientos fascistas habría debido ser rectificado, para dar lugar a un Estado regido por una Orden, una élite que tuviera una profundidad espiritual, una verdadera doctrina interna y un carácter iniciático; algo muy parecido a una nueva Orden de monjes guerreros.
Durante estos años precisamente llegó a formular su idea de la Tradición, desarrollada en su obra más importante, Rebelión contra el mundo moderno, un libro escrito en medio de los años treinta con la atmósfera ya impregnada de tensión por el gran conflicto que se avecinaba. El libro sin embargo no se ocupa de política ni de ideología, aunque en su conclusión afirma la identidad, desde el punto de vista espiritual, del capitalismo y el bolchevismo, vistos como dos aspectos diferentes del triunfo del reino de la cantidad y de las masas. Una concepción cuya validez es evidente con la perspectiva que nos da el tiempo transcurrido desde entonces. Sin embargo el centro de gravedad del libro es espiritual: esta obra es una condena sin fisuras ni compromisos, radical, de todo el mundo moderno, sus valores y sus mitos, sus tipos humanos y sus ideas, en nombre de su concepto de Mundo de la Tradición que nuestro autor construye de manera meta-histórica: mostrando cómo en la historia ha habido instituciones, valores, realidades que se han inspirado a ese “Mundo dela Tradición” cuya característica era la de apuntar hacia lo alto, hacia lo espiritual.
Evola también afirma que en un pasado, en una edad antigua y mítica, existió realmente este mundo en su forma pura, cuya negación es el mundo moderno; aquí tenemos seguramente el punto más problemático y discutible. Pero no es el caso de profundizar aquí en ello ni indicar al lector cómo debe leer a Evola, cosa que cada uno debe hacer por sí solo. Baste decir que este es un libro poético, meta-histórico y de gran poder sugestivo, capaz de transformar al lector que entre “en resonancia” enseñándole a ver tantas cosas de otro modo, ampliando los horizontes y, sobre todo, mostrando claramente ciertos aspectos que están en el fondo espiritual del mundo actual.
Después de la guerra y habiendo naufragado las esperanzas que podía haber en una rectificación del mundo moderno, Evola lleva una vida retirada; por elección y también por necesidad, pues había sufrido una grave herida en un bombardeo sobre Viena que lo dejó en una silla de ruedas el resto de su vida.
En esos años publica una obra importante, El Arco y la Clava, conjunto de pequeños ensayos en los que trata del mundo que se iba construyendo, las tendencias de disolución y decadencia que empezaban a apuntarse y que él supo ver con toda claridad en su significado interno; sobre todo supo ver la dirección a la que apuntaban. Trata de la contestación de los años sesenta, de la revolución sexual, del despuntar de la ideología de género y la confusión sexual, de muchos otros temas que convergen en el significado de la decadencia y la degeneración.
El otro libro fundamental de estos años es Cabalgar el Tigre, que podemos llamar un manual de supervivencia del hombre diferenciado que debe vivir en el mundo de la decadencia y del nihilismo. También este libro ha sido importantísimo y es una verdadera escuela de resistencia, un punto de agarre para que la mente no sea arrastrada por las vulgaridades y el conformismo que amenazan sumergir todo como una mortal corriente de lodo hediondo.






¿Cuál es la utilidad de leer a Evola hoy? ¿Qué podemos sacar en limpio y qué tipo de “combustible” para la resistencia podemos encontrar en la obra de Evola, cuáles de sus obras nos serán de provecho en la situación actual?
En su prolífica producción hay de todo y se ocupó de una gran variedad de temas, pero gran parte de ello será de interés sólo para lectores particulares que cultivan intereses muy concretos, pues se trata de ámbitos muy especiales y a menudo abstrusos. De modo que si no tenemos un interés específico en la figura de este pensador, o no pertenecemos a una de las categorías de lectores interesados en las doctrinas orientales, la tradición hermética y esotérica, los recovecos de la filosofía idealista, o profundizar en el mundo del tradicionalismo integral, una gran parte de la obra de Julius Evola no será de nuestro interés.
Pero además de las contribuciones en los campos mencionados, y quitando también todos los elementos contingentes, en sus ideas y escritos, todo lo ligado demasiado de cerca al momento histórico y lo que ha quedado superado, aún permanece el núcleo de su doctrina, su visión y su enseñanza, un núcleo que aún tiene mucho que ofrecer y mucho que enseñar.
No para un público de masas, que esto no será nunca, sino para quien se enfrenta al mudo de hoy como un exiliado y un resistente, permanentemente presionado hacia el abyecto conformismo y la aceptación del mundo de la cantidad y la decadencia. Para este tipo de espíritus que, sin necesariamente compartir la visión del mundo de Evola, son portadores de una especial sensibilidad que les impulsa en este sentido, que se sienten resistentes y sofocan (sofocamos) en la atmósfera venenosa y putrefacta de la sociedad actual.
Para estos exiliados interiores, cualquiera que sea su forma de afrontar esta condición y su manera de ponerse en el mundo, Evola tiene todavía cosas que decir y podemos afirmar que, aún hoy, ha de ser redescubierto y leído de otra manera. Esto vale también para aquellos que eligen no retirarse en su fortaleza interior y abandonar el mundo, para aquellos que a pesar de todo se quieren mantener fieles a sí mismos viviendo en el mundo, un mundo que constantemente, agobiantemente, les propone o les empuja hacia la normalización, a la lobotomización y a renuncia a sí mismos.
La utilidad que pueda tener Evola hoy no está en el nivel político. Aunque haya escrito textos de este tipo, con la intención de que sirvieran como orientaciones para una acción política después de la catástrofe de los fascismos, sus propuestas y enfoque general son totalmente inoperantes hoy, de cara a la política o a una formulación ideológica que pueda servir de base. Aunque siempre se puedan extraer elementos útiles, sobre todo como inspiración, no es ésta la utilidad de sus escritos, hoy.
Vale la pena leer a Evola por dos motivos principalmente: en primer lugar por la lectura y la interpretación de todo el mundo moderno, de las tendencias que hoy dominan de manera cada vez más totalitaria, los fenómenos a los que asistimos, la degradación de las costumbres y los tipos humanos.
Evola fue capaz de ver con extremada claridad las tendencias en curso y las fuerzas operantes, de las cuales supo leer con lucidez y precisión el significado profundo, el nexo que une realidades aparentemente inconexas. A medida que pasan los años y con la perspectiva que tenemos, es impresionante la pertinencia de las lecturas que nos dejó sobre la realidad y la sociedad moderna.
El otro motivo es que la lectura de Evola es una escuela de resistencia interior, nos enseñará a mantener nuestra integridad aun teniendo frente a nosotros un mundo dominado, al menos por el momento y quizá durante toda nuestra vida, por la disolución y la decadencia, un mundo que nos es extraño y en el cual a pesar de todo debemos vivir. Este es el tema específico de su libro Cabalgar el Tigre, que fue escrito precisamente con esta perspectiva, para dar unas orientaciones existenciales para quien vive en el mundo pero fuera del mundo.
Además de Cabalgar el Tigre, recomendamos por su análisis y disección de varios aspectos de las tendencias del mundo moderno, que se han convertido en el nuevo totalitarismo y cuando fue escrito el libro sólo apuntaban maneras, la colección de ensayos El Arco y la Clava, publicada en los años sesenta y que se sigue leyendo con provecho hoy en día.
Finalmente su obra principal, la Rebelión Contra el Mundo Moderno, es la tercera cuya lectura recomendaremos para quien se acerque a este autor. Es una obra muy particular desde luego, es también muy fácil tildarla de fantasiosa y arbitraria, desdeñar como rechazables en el plano científico sus concepciones. Tampoco sabríamos por dónde cogerla al nivel de la lucha política e ideológica actual, porque nos puede parecer algo extremadamente lejano y etéreo, casi fantasmagórico; pocos ciertamente encontrarán aceptable todo lo que dice tomado al pie de la letra.
Se puede refutar y criticar esta obra desde varios puntos de vista, en efecto, pero es que aun así y a pesar de todo vale la pena leerla. Rechacemos si queremos su idea de un pasado mítico y su doctrina tradicional de las edades, cuyas fuentes sin embargo son tradiciones muy antiguas, que no deberíamos tirar a la basura alegremente. Pero aun así vale la pena sumergirse en sus páginas.
Por lo demás ya Evola advierte que el mundo de la Tradición no fue sino que es. Es una manera de ver las cosas y de valorar, se trata de principios atemporales que uno reconoce o no reconoce; seguir la Tradición no es aferrarse a lo que fue, sino reconocer lo que tiene validez eterna.
Esta es la actitud. Leámosla esta obra si queremos como una mitología, como una filosofía, como un discurso poético que contiene la verdad de la poesía, que pertenece a otro nivel pero no es menos verdadera, a su manera, que una afirmación fáctica sobre la realidad. De cualquier manera en que lo hagamos, esta obra nos hará ver las cosas de otra manera, nos abrirá los horizontes y su amplio respiro nos impulsará hacia lo alto.
Probablemente no todos los lectores entrará en resonancia con este libro, pero sí aquellos que tengan, por así decir, sus frecuencias interiores suficientemente cercanas; ellos se sentirán transformados por este libro que poético en el sentido etimológico de poiesis, de creación y formación de un mundo, de un orden interior que se refleja en la aspiración a un orden exterior. Estos lectores sentirán cómo los símbolos evolianos, con su potente carga poética y sugestiva, actúan dentro de ellos mismos, en profundidad, cómo les ayudan a crear ese orden interior que es la base para todo el resto.
Esperamos con estas pocas líneas haber dado algunas indicaciones útiles para quien desee acercarse a la figura de Julius Evola y cómo aprovechar, de la mejor manera, lo que todavía tiene que decirnos el pensador italiano en este mundo desquiciado.





