EDUCACIÓN
El control estatal sobre la educación de los niños es sólido, aplastante. Por un lado, las escuelas privadas, de alto nivel educativo, sólo pueden ser ocupadas por alumnos cuyos padres dispongan de un privilegiado estatus económico. Formados para mantener la herencia que recibirán, sólo quedan, como única opción para la clase trabajadora, las escuelas de educación pública, manipuladoras y criadero de los futuros esclavos. La no escolarización no es una opción viable, hay que encontrar un plan alternativo.
Ante la más que posible eliminación de la filosofía y de la historia de España antes de 1812 en los centros educativos, los más jóvenes se quedarán huérfanos de conocimientos en estas dos materias. Semejante estupidez cortará las alas a los que más las necesitan, a los que empiezan a volar. Con la eliminación de la filosofía, se les despojará de la capacitación de análisis, el pensamiento crítico y el amor por la sabiduría. Con la de Historia, se les privará de conocer las gestas heroicas y las obras artísticas que un día fueron capaces de llevar a cabo sus antepasados, cortando el hilo de conexión que debiera unirlos.
La presión, a su vez, ejercida a los docentes para mantener su puesto de trabajo, estén de acuerdo o no, les incapacitará de ejercer su profesión con rigurosidad y libertad. Existe una contraparte, la de un mínimo porcentaje de padres y profesores, que intentan luchar desesperados ante esta situación, pero tristemente queda como anecdótico, debido a la desigualdad de fuerzas. Para eso, en las nuevas comunidades, es necesario crear una educación paralela que dote a la nueva generación de principios básicos. Supervivencia, autosuficiencia, autodisciplina, autoconsumo y autodefensa. Hacer cursos grupales donde empiecen a palpar el espíritu de camaradería intrínseca que llevan dentro. Instruirles de tal manera, que puedan comparar el nuevo mundo creado con el putrefacto que les es obligado.
No caer en el error, que solemos caer los padres, en intentar conseguir que nuestros hijos lleven una vida idéntica a la nuestra. Son seres distintos, mentes distintas, con afán distinto y con gustos y métodos diferentes. La idea fuerza, como padres, es intentar que esa generación mejore a la anterior, la nuestra. Lo más complicado, quizá sea inyectarles el espíritu trascendental de una vida. La trascendencia es pilar fundamental donde se sostiene una comunidad tradicional. Tienen que ser conscientes todos los días de su vida, que todas las acciones que realicen, por muy simples o básicas que sean, tienen como prioridad buscar la verticalidad. La mejor forma de convencer a los dormidos e ineptos, es ver como el diferente, es capaz de vivir alegre con hábitos muy divergentes a los ejercidos por ellos.
Otro de los grandes problemas con el que se encuentra la juventud, es el gran escaparate de vicios puestos a su disposición. Criados con la tecnología, el tanto tienes tanto vales, presas del materialismo, llegan a la época dorada en serio estado de embriaguez. Sin esfuerzo para conseguir sus propósitos, la bajeza moral y la gandulería se apodera de ellos. Es fundamental, desde edades muy tempranas, ser capaces de hacerles partícipes en todas las acciones realizadas. Desde la simpleza de hacer la cama, hasta ser capaces de construir un pequeño puente para atravesar un rio. A su vez, se sentirán más válidos y más vivos, y llegará un momento en que nada ni nadie les detendrá. El mejor termómetro que marcará si nuestro esfuerzo ha sido fructífero, es ver el resultado de la personalidad de los más jóvenes el día de mañana.
No hay que caer presas del pánico ni del desánimo. Es un camino largo de recorrer con muchos impedimentos. Sortear los trampantojos del sistema vigente supone de un agotamiento extra. Sin prisa, pero sin pausa. Y lograremos poco a poco llevar a cabo nuestros objetivos.