AUTARQUÍA

Hasta hace poco, todas las gentes sin importar su procedencia ni ubicación, tenían claro el concepto de libertad. Se entendía que todo lo que no supusiera esclavitud, supondría independencia y autonomía. Cuando formas parte de un estado, sea cual fuere, la "libertad" hay que definirla en entrecomillado porque nunca se acaba de ser lo suficientemente libre. Volvemos a repetir, cualquier estado o cualquier sistema dominante. No es necesario vivir sometido bajo una dictadura. Una democracia liberal crea el mayor amasijo de esclavos, con la diferencia, de que sus ciudadanos se sienten cómodos y felices siéndolo. Siempre es legítimo rebelarse ante un sistema tirano y traidor. Las naciones que han demostrado su grandeza y su superioridad sobre el resto, siempre han sufrido las mayores traiciones y engendrado a los mayores traidores. España es un claro ejemplo de ello, sólo hay que mirar a sus gobernantes presentes.

El dominio de unos pocos sobre la libertad de la gran masa de la población siempre ha sido una aspiración de los poderes fácticos. La globalización y el mundialismo son las armas que han usado para asestarnos una puñalada casi mortal. Todos iguales, iguales de imbéciles. Sin algo superior que defender y por lo que soñar, el ser inerte no difiere mucho de un animal. Caza (trabaja), come y duerme. Desnortados y alineados, la simpleza y la cobardía les perseguirán toda su vida.

El hombre libre vive acorde a unas normas de un mundo que ya no existe, el esclavo vive bajo el yugo de unas normas de un mundo que produce náusea. Ser libre no significa hacer lo que te plazca siempre que quieras, dando el protagonismo al deseo inmediato de saciar, ya que no es libertad, sino libertinaje. Libertad es la voluntad de hacer lo que se requiere en un instante en concreto. Si vemos por la calle a un carterista robando a una anciana, la libertad sería defenderla y no temer reprimendas en tu contra. Libertinaje, por el contrario, sería el robo y la omisión de socorro. Ambas son propias de un deseo, uno material y el otro espiritual. Sin embargo, el libre albedrío es contrario a la idea de comunidad liberada del yugo de cualquier poder fáctico. Si bien las personas tienen el derecho de elegir sus propias decisiones, también tienen el deber de aceptar ser juzgadas por esas decisiones. Este es el hilo conductor de un sistema liberal. Basado en la libertad individual unipersonal, sin límites morales, donde la masa, mayormente aborregada y supeditada al poder, pone en funcionamiento comportamientos propios del inframundo.